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PLATÓN Y LA POESÍA. "ION"

Javier Aguirre

La filosofía de Platón se construye a partir de un modelo, la vida y el pensamiento de Sócrates, y en disputa con la poesía -Homero, Hesíodo y dramaturgos- y la retórica tradicional -sofistas, oradores y logógrafos-. Platón no niega que las composiciones de poetas y sofistas estén dotadas de belleza y poder persuasivo; muy al contrario, el filósofo ateniense reconoce abiertamente el poder de seducción de sus rivales. Lo que el filósofo ateniense les reprocha a todos ellos es que, lejos de someterse a la utilidad de la comunidad, la belleza de sus composiciones constituye un peligro para el buen orden de la ciudad y del ciudadano; y por ello, en la medida en que se trata de obras capaces de causar el mal, su belleza no solo no es motivo de honra, sino que merece la mayor censura, pues presentan un gran mal bajo un aspecto agradable. La filosofía de Platón se alza contra aquellos que se han constituido como educadores de los griegos -los poetas Homero y Hesíodo- y también contra los nuevos educadores que pretenden detentar el monopolio educativo de Atenas, ya se trate de oradores o de dramaturgos. Y no obstante, a pesar de toda esta crítica, en su pretensión de elaborar un discurso no solo agradable sino también políticamente útil para la ciudad y el ciudadano, Platón no rechaza en modo alguno hacer uso de todos los recursos poéticos y retóricos en vista a la creación de un lenguaje eficaz en la transmisión de la verdad. En este sentido, tal como el propio filósofo expresa en más de una ocasión, lo criticable no es el uso de la poesía o de la retórica, entendidas como herramientas de persuasión por medio de las palabras, sino el uso espurio que de ella hacen sofistas y poetas, por dirigirlas al placer y al halago de sus audiencias y desvincularlas del conocimiento de la verdad y de aquello que es útil para el recto orden de la pólis y los ciudadanos. A partir de esta idea fundamental, el fundador de la Academia elabora un nuevo tipo de poesía y un nuevo tipo de retórica que no solo pretenden ser agradables, sino también útiles; o lo que es lo mismo: una poesía y una retórica sometidas al dictado de la filosofía.


Situados en este contexto, el breve diálogo Ion se entiende como un intento platónico de desautorizar el papel de los poetas y rapsodas en la tradición griega y en la sociedad de su tiempo, por tratarse de los mediadores necesarios de un modelo de educación pernicioso para la ciudad y los ciudadanos. Frente al rapsoda Ion, Sócrates, modelo platónico de un nuevo tipo de educación, tratará de conducir a su interlocutor a la afasia y erigirse él mismo como portador del nuevo discurso autorizado. Para ello, el filósofo intenta mostrar que, frente al technítes o poseedor de un conocimiento real, poetas y rapsodas carecen de un ámbito específico sobre el que aplicar un conocimiento propio y exclusivo. Muy al contrario, en el Ion Platón trata de señalar la diferente naturaleza de la poesía y la filosofía, asociando la primera a la pasividad, la irracionalidad y la ausencia de conocimiento, en tanto que la segunda queda vinculada a la autonomía, la razón y el conocimiento.


Para llevar a cabo toda esta crítica a la antigua paideía poética, Platón se vale de los conceptos de tékhne y enthousiasmós, ejes centrales en torno a los cuales se desarrolla el diálogo entre Sócrates y el rapsoda. El resultado del examen llega a una conclusión contundente: el discurso de rapsodas y aedos no constituye un saber, no existe un arte poético (poietikè tékhne), pues aquel que lo reproduce es incapaz de ofrecer un conocimiento justificado de las cosas sobre las que trata. Si bien el rapsoda Ion aborda una amplia serie de temas, entre las que cabe señalar la adivinación, la medicina, la equitación o el arte de la guerra, lo cierto es que el poeta no es un experto (tekhnítes) en ninguna de esas materias, que corresponden al adivino, al médico, al auriga y al general, es decir, a aquellos que realmente poseen el dominio sobre ellas en cualquier circunstancia. En efecto, según el razonamiento de Sócrates, cada arte se ocupa de un solo dominio específico de conocimiento (principio de especialidad) y el experto es capaz de aplicar su conocimiento a cualquier objeto que se incluya en dicho dominio (principio de totalidad). Frente al technítes, el rapsoda habla de una gran variedad de asuntos, pero sin dominar ninguno de los objetos sobre los que versa, de tal modo que su actividad en ningún sentido puede constituir un verdadero saber. Obviamente, Sócrates no se deja impresionar por la capacidad del poeta para ofrecer un discurso bello o la capacidad del rapsoda para mover a la audiencia hacia las emociones deseadas, pues su interés no radica en la belleza formal del discurso poético, sino en su capacidad de transmitir la verdad. La conclusión a la que llega Sócrates es clara: desprovistos de un verdadero saber, el poeta Homero y el rapsoda Ion quedan desautorizados como guías educativos de los griegos.


Pero si la actividad poética desarrollada por rapsodas y poetas no constituye una téchne, ¿de dónde procede su capacidad compositiva y rapsódica? Para responder a esta cuestión Sócrates introduce la noción de inspiración divina o enthousiasmós. La elocuencia del poeta no tiene su fuente en un conocimiento justificado, sino en cierta inspiración de origen divino, una posesión por parte de un dios que permite al poeta ser el canal a través del que brotan las palabras. Sócrates conduce la conversación de tal modo que téchne y enthousiasmós, conocimiento e inspiración, aparecen como una alternativa excluyente según la cual el poeta inspirado aparece desvinculado del conocimiento. En efecto, el nexo introducido entre la actividad poética y el enthousiasmós sirve para caracterizar al poeta como alguien enajenado, pasivo y desprovisto del dominio racional sobre aquello que expresa. Y lo que es más grave, el canto del rapsoda se apodera también del auditorio, que bajo el influjo del canto rapsódico queda alienado. El objetivo de Platón es evidente: mediante la acusación de que la poesía tradicional constituye un hechizo irracional que suscita la pasividad de los ciudadanos, el diálogo Ion trata de desautorizar uno de los discursos dominantes y allanar así el terreno a la filosofía, en tanto que novedosa forma discursiva que debe guiar el rumbo de la ciudad. Ajena, pues, a los principios que rigen el verdadero conocimiento, la actividad de poetas y rapsodas responde a la inspiración, regalo de los dioses que, al tiempo que los convierte en seres divinos, los convierte también en seres ignorantes, y en cuanto ignorantes, incapacitados para la labor educativa, que en una sociedad regida racionalmente debe corresponder a los filósofos.



Javier Aguirre es profesor de Filosofía Antigua y Filosofía Medieval en la Universidad del País Vasco. Ha sido también profesor en secundaria y profesor invitado en varias universidades americanas y europeas. Ha publicado Filosofo presokratikoak (2004), La aporía en Aristóteles (2007), Aristotelesen Metafisikari sarrera (2008) y Platón y la poesía. Ion (2013) y ha cotraducido textos clásicos griegos al euskara, entre los que destacan la Metafísica (1997) y la Etica a Nicómaco (2001). Recientemente ha participado en los libros Filosofía en un mundo global (2007), Filosofiaren Historia (2008), Filosofía de la Innovación (2009) y Filosofia eta poesia (2011), y ha coeditado Racionalidad, Visión, Imagen (2009) y Diseñando el futuro. Reflexiones desde la Filosofía (2011). Su próximo libro, Dialéctica y filosofía primera. Lectura de la Metafísica de Aristótes se publicará en breve en Prensas Universitarias de Zaragoza.



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