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A propósito de «Ilustrados o bárbaros»

Asunción Herrera Guevara


Cada libro que uno escribe lo piensa y lo redacta en un momento existencial determinado. Todos somos individuos inmersos en nuestro mundo de la vida que conforma lo que somos y lo que hacemos. Mis dos primeros libros me sorprendieron en plena efervescencia académica plagada de oposiciones y retos profesionales. El ensayo filosófico que os presento no abandona la pretensión teórica pero va mucho más lejos. El contexto en el que ha nacido Ilustrados o bárbaros es un contexto más material donde los sujetos de carne y hueso cobramos pleno protagonismo.


A mediados de septiembre de 2008 el mundo sufrió una convulsión con la quiebra de Lehman Brothers. Comenzó una crisis que muchos han considerado semejante a la Gran Depresión. La Vieja Europa no ha estado al margen de la crisis sino en pleno centro. España, en particular, ha sufrido y sigue sufriendo sus consecuencias. O mejor dicho, una gran parte de la ciudadanía europea lo ha pasado y continúa pasándolo bastante mal. Ante esta situación toda la reflexión que engrosa las páginas de Ilustrados o bárbaros se impregna del sufrimiento que padece gran parte de la humanidad. Con esta premisa en mente, la ética que defiendo bien puede calificarse de material, a saber, se trata de una reflexión ética que entiende la noción de justicia como evitación del daño. Esta es una de las primeras premisas que vertebran el ensayo. No podemos hablar de sociedad justa, en el presente, sin evitar el sufrimiento que nuestros procesos de modernización y globalización generan.


El contexto social, político y económico en el que se mueven los ciudadanos actuales exige o reclama esta caracterización de la justicia. Me planteo retar al ciudadano europeo y occidental del siglo XXI para que sea capaz de exigir y construir una sociedad donde no se pueda hablar de justicia mientras no desaparezca el sufrimiento que generan, no solo las desigualdades económicas, sino la falta de reconocimiento que sufren muchos grupos de nuestra comunidad. Este reto no se le puede exigir a cualquier ciudadano, que nadie se equivoque. Es un reto para determinado ciudadano. Precisamente, para explicar a qué ciudadano podemos exigir nuestra propuesta, analizo una serie de películas y a sus personajes. Los personajes de películas como Monster´s Ball, El gatopardo, Matar a un ruiseñor, Manderlay o El caso Winslow son examinados y ejemplificaré con ellos qué tipo de ciudadano puede dar el salto a una nueva concepción de la sociedad y de la justicia.


Si consiguiésemos este tipo de sociedad, alcanzaríamos lo que llamo una Tercera Ilustración. Una Primera Ilustración la podemos encontrar en el siglo XVIII, una Segunda en los movimientos sociales de mediados del siglo XX, ambas no dejan de ser ilustraciones fallidas. Ninguna de ellas, como diagnosticaron Adorno y Horkheimer para la Primera Ilustración, ha alcanzado lo prometido. Debemos salir de la barbarie y entrar en una auténtica Ilustración, pero ¿por qué nos resistimos a ser ilustrados? El ensayo también intentará dar una respuesta a esta pregunta al analizar algunas de las resistencias que ofrecemos los ciudadanos occidentales.


Mi reflexión reclama la necesidad de un nuevo tipo de individuo y de ciudadano. Para adentrarme en esta nueva caracterización me apropiaré de los contenidos normativos de la teoría del «sí mismo» de Kierkegaard. Durante toda su vida y en toda su obra, el pensador danés insistió en educar a la ciudadanía de su tiempo a ser auténticos individuos. Intentaré una transposición de su teoría a nuestras sociedades seculares para mostrar algunas características de un auténtico «sí mismo». No defiendo en el libro ningún tipo de ultrahombre ni individuo liberal heroico que pueda con todo, lo que pido es reflexión. Más concretamente, que reflexionemos sobre lo que realmente podemos hacer cuando ejercemos en la esfera pública nuestra autonomía. Una idea, tomada de una novela, recorre insistentemente el libro: «Hay que pensar como un héroe para poder actuar como un humano decente».


Por último, quisiera insistir en otra premisa que recorre mi pensamiento filosófico y que se encuentra a buen recaudo en Ilustrados o bárbaros. A saber, no podemos hacer filosofía práctica si mantenemos una separación rigurosa entre cuestiones de justicia y cuestiones ligadas a una ética de la vida buena. Es un reto personal y filosófico mostrar que ambas partes mantienen un fuerte vínculo y, al mismo tiempo, no caer en la defensa de una forma de vida buena para todos por igual. Con este fin en mente, en el capítulo cuarto introduzco lo que llamo «Nuevos contenidos en la concepción de lo político y de lo ético». En lo político defenderé, por ejemplo, un concepto de globalidad diferente al de globalización y una democracia deliberativa frente a otra meramente representativa. En lo ético, un nuevo derecho, el derecho a pedir la eutanasia o las nuevas relaciones con la naturaleza y con los animales no humanos.


¿Se pueden proponer estos contenidos sin defender una cosmovisión determinada y sin violentar la neutralidad valorativa del Estado? Creo que sí y, por ello, mostraré que estos nuevos contenidos de una posible Tercera Ilustración no son meras cuestiones ligadas a una vida buena, sino que son cuestiones de justicia.


El lector debe juzgar si lo propuesto está dentro de nuestras capacidades -como defiendo- o si, por contra, se escapa de nuestras posibilidades. Para acabar citaré una sentencia de Kierkegaard expresada en Temor y temblor y que encaja con el espíritu de la obra:


«Si el resultado alcanzado podrá llenar o no de júbilo al mundo, es algo que no se sabe de antemano, pues no logrará tal conocimiento hasta que el acto haya sido consumado, y con todo, no será esto lo que le convertirá en héroe, sino el haber sido capaz de empezar».



Asunción Herrera Guevara es doctora en Filosofía y profesora titular de Filosofía Moral en la Universidad de Oviedo. Investiga en temas relacionados con la igualdad, la razón, el sujeto desgarrado, la globalización, la hermenéutica y el constructivismo en la Filosofía contemporánea. Desde hace unos años ha ampliado su campo de investigación hacia la Bioética. Se ha centrado en temas de macrobioética como la ética animalista.



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