Dioniso y nosotros
Diego Mariño Sánchez
¿Desentierran los historiadores el pasado o nos cuentan un cuento más o menos creíble? ¿Es el Dioniso "dionisíaco" –ese metasímbolo de lo Irracional– un aspecto central del mundo griego antiguo, una expresión humana universal o el producto de una pseudo-religión moderna?
Estas son las dos preguntas que me han obsesionado, y he intentado responderlas cogiendo de la mano los extremos. El "relativismo" no es incompatible con el "realismo": si queremos conocer una realidad ausente e irrecuperable, como es el pasado, no podemos sino construirla y evocarla desde el presente, nutriéndonos de nuestras inquietudes e intereses, generados en el marco de unas relaciones sociales cuyos cambios son, precisamente, los que nos abren ventanas para "ver" cosas nuevas en las fuentes (¿es que la situación actual en España no está cambiando la visión de nuestro pasado más reciente?).
Así pues, nuestro Dioniso dionisíaco es un producto de la modernidad, de la era de los huérfanos de dios y, sobre todo, de los huérfanos de matrices sociales que nos prescriban qué hay que creer y qué hay que hacer cotidianamente con respecto a dichas creencias; de la era, en fin, del individuo excavador de su interior y buscador de galerías para salir (ekstasis) de la mina.
Tal y como señalaba hace ya tiempo Thomas Luckmann (1973) –continuando la obra de ampliación/restauración semántica del término "religión" iniciada por Durkheim–, la sociedad moderna, lejos de haber acabado con la religión, la ha pulverizado en tantos pedazos como individuos inquietos de sí mismos –de su sexualidad, su estatus social, su salud, su cuerpo, sus sueños, sus insomnios...– la integran. El Dioniso dionisíaco es precisamente el hijo deseado de una sociedad en donde el protagonista es ese "duplicado empírico-trascendental" u hombre moderno (Foucault, 1999).
¿Pero qué papel juega Dioniso en todo esto? Ha sido colocado justamente en el umbral del domicilio imaginario de este ente, como una especie de puerta que nos conduce hacia nuestro interior más recóndito y que nos ofrece una salida de nosotros mismos. Dioniso, Baco, Liber Pater –dios del vino, el teatro y mil y pico cosas más–, es configurado desde el Romanticismo alemán como una antigua/moderna vía de trascendencia, una vía que anuncia llevarnos a la tierra prometida de lo irracional. No de lo que está fuera de los dominios de la razón, lo que a veces se ha denominado lo "arracional" (incognoscible), sino de lo, anti- infra- o, sobre todo, de lo suprarracional. Un paraíso en donde los elegidos alcanzarán la liberación de sus propias mentes sobresaturadas de información, imágenes y angustias. Un dios venerado por ello, sobre todo, por esas personas solitarias que sueñan con disolverse en el grupo (thiasos), esas personas urbanitas que sueñan con la montaña (oreibasia) y esas personas hiperracionalistas que sueñan con ser arrastradas en un torrente emocional (mania). Una fantasía típica, en fin, del "introvertido intuitivo" de Jung (1925), uno de cuyos máximos exponentes es, sin duda, Friedrich Nietzsche.
No es que los sabios de otras épocas no se hayan ocupado de este tema. Desde Platón –que se reía de los poetas en el Ión y los desterraba de su República, pero que se pasó la vida contando mitos, volvió a Sócrates loco (mainomenos) en el Banquete y emprendió en su tercera edad un magno proyecto legislativo sobre el cuerpo y sus impulsos, basado precisamente en la mousiké dionisíaca–, la filosofía occidental se ha obsesionado con la idea de integrar razón y sinrazón, cuerpo y alma, tarea, por otra parte, tremendamente atractiva, y tremendamente peligrosa.
Tampoco es Dioniso, con todo su poder significativo, un conejo salido de la chistera de los románticos o de Nietzsche. La tradición occidental ha estado obsesionada con los griegos y sus dioses, y es sabido que todas las historias –la de la filosofía la primera–, tienen como capítulo 0 a los griegos, constituyendo sus extrañas creencias una especie de "humus" en el que estarían contenidas las semillas de todo lo demás. Por eso los relatos míticos de Dioniso no han sido considerados, desde la propia Antigüedad, simples barbaridades, sino hojas sueltas de un tratado de viticultura para paganos infantiles (¿o eran primitivos sabios?), relatos históricos de un famoso general conquistador del orbe o tratados médicos sobre las patologías del bazo, por citar algunas interpretaciones alegóricas conocidas.
Los escolásticos medievales pusieron por su parte la mitología, como una especie de Biblia surrealista, a orbitar entorno al dios cristiano, tambaleándose el embriagado sátiro entre la simple borrachera de fin de semana y la "noble ebriedad" de un santo o un evangelista, como se plasma en el emblema del San Marcos presa del entusiasmo báquico con la pluma en la mano (Moffitt, 2005). Y, para terminar este repaso, en la Florencia de finales del Quatroccento Marsilio Ficino convierte a los dioses griegos, el dios de la ebriedad entre ellos, en símbolos del poder de inspiración del genio renacentista, idea de gran influjo en los artistas del Renacimiento, empezando por el propio Miguel Ángel, autor no en vano de un "Baco ebrio".
Pero nuestro Dioniso es diferente o, mejor dicho, es la diferencia interiorizada y divinizada. A Homero le inspiran las Musas, a Mahoma le dicta el Corán San Gabriel, Ficino es atraído por el melancólico magnetismo de Saturno, pero a Rimbaud es el Otro que habita en él, invocado por la absenta, el que le recita poemas asombrosos y perturbadores.
Es este lugar en el espacio discursivo el que explica el enorme poder connotativo (con permiso de Barthes) de esta divinidad tan moderna, capaz de representar tanto el "Zurück zur Natur", como el "Zurück zur U-Bahn"[1]. Y tan antigua... porque no es mi intención negar el lugar especial de Dioniso en la propia estructura del mito griego antiguo, o su función alteradora en los rituales documentados en las fuentes. Dioniso es, sin duda, fruto de una técnica reproductiva asombrosa; anda casi siempre rodeado de mujeres frenéticas y hombres-cabra empalmados, pero ofrece al mismo tiempo un modelo de amor marital (Ariadna); destruye la ciudad pero es el patrón de sus fiestas más multitudinarias... y un largo etcétera de paradojas. Pero esto no quiere decir que para las ménades griegas salir al monte una vez al año y ejecutar ciertos ritos siguiendo unas pautas estrictas[2] significara una revolución destinada a liberarse de un mundo politizado y desacralizado.
Y esto es precisamente lo que cierta historiografía dionisíaca nos ha querido hacer creer, una historiografía que, si la leemos sin identificarnos con ella, resulta finalmente soporífera: nos sume en un estado de ensoñación pseudomística y pseudopoética, dejándonos las manos vacías a la hora de afrontar la complejidad de la realidad. Creo que hemos peleado demasiado para separar la ciencia de la religión, como para postrarnos ahora ante el "Ser sacrosanto de la divinidad" (Otto, 1968) o la "religión de la Madre Tierra" (Daraki, 1985), por muy solos y necesitados de madres que estemos en este mundo.
¿No es Dioniso un dios revolucionario, feminista, comunista, ecologista...? ¿Estamos proyectando entonces nuestra ideología al pasado, como si no nos bastara su valor político o ético presente y quisiéramos que el pasado lejano nos hiciera eco? Ciertamente sí lo estamos haciendo, y además de un modo muchas veces inconsciente, aprovechando la coartada semántica moderna, que hace de Dioniso, desde Creuzer, pasando por Schelling, y hasta las feministas de la "maternidad mística" (Acker, 2002), el centro de un anti-sistema religioso e ideológico propio, una especie de underground de la Antigüedad, donde se harían y contarían cosas mucho más "enxebres", como diríamos en Galicia, que las historietas de Zeus y sus amoríos, o que los ritos sacrificiales cotidianos, ejecutados sin gota de pasión.
Sin embargo, en los últimos tiempos Dioniso está perdiendo el fuelle revolucionario que tenía en la modernidad, hasta los años 80 del pasado siglo. En eso que Jameson (1996) llamaba la "lógica cultural del capitalismo tardío" propia de la posmodernidad, lo irracional se ha convertido en un surtidor de imágenes-mercancía de consumo rápido, imágenes de sexo libre, éxtasis místico o naturaleza salvaje que ya no remiten a un referente que podamos buscar en ningún lugar fuera de dicho flujo (¿la naturaleza?, ¿lo salvaje?, ¿el inconsciente?), y que son gestionadas hábilmente con técnicas de marketing. Un marketing entusiasmado con el imaginario o el look de los artistas vanguardistas "dionisíacos", ahora dioses venerados por la aristocracia capitalista mundial. Un marketing muy activo también en la investigación neurocientífica, en la búsqueda de la llave de esas ansias del cerebro humano de "desconectar".
Pero lejos de mi intención está empezar aquí un discurso apocalíptico... mi objetivo era, en realidad, mostrar el peligro tanto de una ontología dionisíaca esencialista –que sacraliza lo irracional como suprarracional–, como de una volatilización mercantil de todo referente antropológico para los fenómenos asociados a esta divinidad antigua.
¿En qué quedamos entonces, tiene o no tiene valor cognoscitivo "lo dionisíaco" para progresar en el conocimiento histórico o antropológico?
Creo que sí, que detrás de esta noción moderna hay un referente real, no un simple fetiche más o menos de moda para ciertos adeptos. Si queremos investigarlo, creo que debemos releer la formulación a mi juicio más lúcida y de mayor potencial heurístico del Dioniso moderno, me refiero al Nacimiento de la tragedia. La originalidad del concepto nietzscheano es que aquí "lo dionisíaco" no es una ideología moderna más o menos atrayente, ni una metafísica que nos diga cuál es la esencia del mundo, sino que es el propio instinto humano, casi diría la propia sed que tiene el animal humano de metafísica. Lo dionisíaco es ese apetito (con permiso de Spinoza) de trascendencia que nos permite jugar con los límites de nuestra existencia, no negando su finitud y fragilidad, sino afirmándola festivamente. Todas las culturas, no solamente la griega antigua, han creado, de uno u otro modo, mecanismos para desarrollar este juego tan saludable que, como todo juego, requiere que permanezcamos conscientes, al acecho del sátiro entusiasmado que somos cuando jugamos. Si nos dormimos, los expertos en mercadotecnia y los sacerdotes de la "nueva era" habrán hecho todo el trabajo por nosotros...
NOTAS
[1] "Volver a la naturaleza" y "Volver al metro". Título, este último, del tema del grupo punk alemán de los 70 S.Y.P.H. Esta ambigüedad del culto a la naturaleza-culto a la tecnología fue, por otro lado, un rasgo propio de muchas vanguardias artísticas "dionisíacas", empezando por el Futurismo.
[2] Ojo con leer las Bacantes de Eurípides como descripción de un ritual real (ver Seaford, en Winckler et al., 1990).
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
ACKER, Clara (2002), Dionysos en transe: La voix des femmes, Paris, l’Harmattan, 2002.
DARAKI, Maria (1985), Dionysos, Paris, Arthaud.
JAMESON, Fredric (1996), Teoría de la postmodernidad, Madrid, Trotta [1991].
JUNG, Carl Gustav (1920), Psychologische Typen, 9ªed., en Gesammelte Werke, Zürich/Stuttgart, Rascher Verlag.
MOFFITT, John (2005), Inspiration: Bacchus and the Cultural History of a Creation Myth, London/Leyden, Brill.
LUCKMANN, Thomas (1973), La religión invisible, Salamanca, Sígueme [1967].
OTTO, Walter (1968), Teofanía. El espíritu de la antigua religión griega, Buenos Aires, Eudeba [1956].
SEAFORD, Richard, en WINKLER, J.J., y ZEITLIN, F.I., eds. (1990), Nothing to do with Dionysos? Athenian Drama in its social context, N. Jersey, Princeton University Press.
Diego Mariño Sánchez (Melide, A Coruña, 1979) es doctor en Historia por la Universidad de Santiago de Compostela (2007). Ha sido becario de investigación en París y Berlín, en el campo de la historiografía del mito griego. Ha trabajado como profesor sustituto en un centro de menores, un colegio privado y varias escuelas de idiomas. Actualmente ejerce la docencia en el IES Monelos de Coruña y es guía turístico oficial de Galicia, además de fotógrafo y poeta amateur (http://grupohorizontal.org/tag/diego-marino/; https://www.flickr.com/photos/jeijude/). Busca temas de investigación relacionados con la historia de las ideas en Occidente, y acepta encantado sugerencias. Su e-mail es drammarino@hotmail.com.