Filosofía de la música
Daniel Martín Sáez
Filosofía de la música. Respuestas a Peter Kivy (Calanda, Logroño, 2017) de James O. Young
No es muy común en España e Hispanoamérica publicar libros sobre filosofía de la música. No hay grandes tradiciones, no existen discusiones mínimamente coordinadas y extendidas en el tiempo, no se organizan demasiados congresos sobre interrogantes compartidos ni podemos nombrar muchas traducciones de obras coetáneas, aunque haya ciertas excepciones. Esto contrasta fuertemente con lo que ocurre en los países anglosajones, donde existen desde hace al menos cuatro décadas unos autores de referencia, unas discusiones y problemas comunes vinculados a las facultades de Filosofía, encuadrados bajo el sintagma «filosofía de la música».
El nuevo libro de James O. Young, profesor de filosofía de la Universidad de Victoria (Canadá), Filosofía de la música. Respuestas a Peter Kivy (2017), nació en parte para paliar esta carencia, presentando al público hispano el primer inédito en español de esa tradición, dedicada a resolver interrogantes como los siguientes: ¿Qué es una obra musical? ¿Qué es una interpretación? ¿Qué diferencia existe entre una obra musical y su interpretación? ¿Puede la música despertar emociones? ¿Es la música pura sintaxis o también puede gozar de cierta semántica? ¿Puede la música, entendida como arte, ser compatible con otras artes, como la literatura? Como se puede ver, se trata de preocupaciones que obedecen a la tradición de la denominada «Estética» o «Filosofía del arte», considerada por muchos una auténtica disciplina. Como expongo en la introducción al libro, esta tradición excluye todo tipo de asuntos musicales, respondiendo a una coordinación disciplinar de tipo escolástico-universitario típica del mundo anglosajón donde se dan por supuestos todo tipo de divisiones ideológicas (la «música» sería distinta de la «literatura» o la «ciencia», que tendría sus propios filósofos, etc.). Esto merece ya enormes críticas y, aunque considero que la filosofía hispánica tiene la oportunidad de inaugurar un camino mejor, no podemos negar por ello el carácter genuino de ciertas discusiones, ni olvidar que las divisiones escolásticas anglosajonas responden en gran medida a un extendido sensus communis, más vinculado a las tradiciones europeas de lo que a veces suponemos y que merece la pena conocer antes de criticar.
En el año 2015, tras manejar diversas opciones, acordé con el profesor Young traducir algunos artículos de la última década que había dedicado a criticar la obra de Peter Kivy (1934-2017), el mayor exponente de la citada tradición, que además respondió a las críticas de Young y le dio la oportunidad de argumentar nuevas contra-réplicas. Kivy era entonces profesor de filosofía en la Universidad de Rutgers y mantenía su reputación de primus inter pares entre los filósofos de la música, posición que había conquistado en los años 80 y que mantuvo año tras año con decenas de libros y artículos, muchos de ellos traducidos a diversas lenguas. El centro de los debates entre Kivy y Young, que en parte es también un debate generacional, giraba en torno a dos preguntas, en apariencia, más musicológicas que filosóficas. La primera versaba sobre el momento histórico en que los músicos habían comenzado a ser considerados como genios, con la duda consiguiente de si otro tipo de artistas y literatos habían recibido esa consideración al mismo tiempo o no. La segunda, sobre la posible existencia de un «gran corte» en la historia de la música, a partir del cual los oyentes habrían empezado a escuchar música de un modo puramente estético, esto es, con independencia de contextos sociales, religiosos, políticos, emotivos, etc. Aunque parezcan debates puramente históricos, en realidad tienen enormes implicaciones filosóficas, dado que pueden reforzar o debilitar las posiciones de ambos autores respecto a la idea de obra, la idea de la interpretación o la idea de música.
Aunque habría resultado interesante publicar las críticas de Young precedidas por los argumentos de Kivy, los artículos de Young tienen la virtud de reexponer sintéticamente las ideas de Kivy antes de criticarlas, hecho que jugó a favor del proyecto editorial que finalmente se impuso, para el cual Young escribió varios capítulos nuevos profundizando en otras de sus diferencias con Kivy, sin perder esa lógica de la reexposición que haría del libro una entidad con cierta autonomía. Muchas de sus críticas se podían encontrar ya en su última obra, Critique of Pure Music (Oxford University Press, 2014), que de hecho concibió inicialmente como una crítica a Kivy, aunque finalmente se transformó en una crítica más amplia al denominado «formalismo musical», del que Kivy ha sido el mayor impulsor después de Hanslick. El libro niega de un modo general dos implicaciones del formalismo: la idea de que la música no puede despertar emociones y la idea de que la música no puede representar ningún contenido, tratándose más bien de una pura forma sónica que requiere un tipo de apreciación específica. Dado que Kivy ha sido el gran defensor del formalismo (que le llevó a cierta forma de «platonismo», como él mismo lo denominó), era casi obligado invitar a Young a concretar parte de esa crítica en un libro nuevo, donde se pudieran abordar algunas implicaciones de sus ideas: ¿Qué se entiende por «obra musical» cuando se mantiene una postura formalista? ¿Cómo concibe un formalista como Kivy la interpretación musical, ligada a timbres e instrumentos? ¿Se puede comprender la interpretación históricamente informada («auténtica») desde el formalismo? ¿Cómo entiende Kivy un género como la ópera? ¿Puede un supuesto arte formal como la música, desde una perspectiva estética, encajar con un arte como la literatura, donde la semántica juega un papel tan importante?
El resultado son los siguientes siete capítulos (los cuatro centrales constituyen la citada polémica), organizados en cuatro grupos:
I. Ontología de la música y la interpretación.
1. Platonismo en música: un tipo de crítica.
2. La interpretación auténtica según Kivy.
II. La hipótesis del gran corte.
3. La hipótesis del «gran corte».
4. ¿Hubo un «gran corte» en música?
III. El genio musical.
5. El genio musical según Kivy.
6. Sobre la consagración del genio musical.
IV. El problema de la ópera.
7. Kivy y el «problema de la ópera».
Como podrá comprobar el lector, aunque los capítulos se pueden leer por separado, el libro goza de una enorme unidad y contribuye a cumplir una triple finalidad. Por una parte, cualquier lector ajeno a la obra de Kivy puede seguir sin problemas, bajo los presupuestos de ambos autores, los términos del debate y sus razones, lo que hace de este libro una excelente introducción a la filosofía de Kivy y del propio Young. Por otra parte, se trata de una introducción única a los enfoques, interrogantes, argumentos y diversas posturas de la filosofía de la música contemporánea, sin perder de vista su complejidad dialéctica y escolástica. En tercer lugar, el libro constituye la primera crítica global que se ha escrito contra la obra de Peter Kivy, hecha desde el interior de la propia tradición que, en buena medida, Kivy contribuyó a fundar.
Es curioso, en este sentido, que Young siga manteniendo en el Prólogo del presente libro que su ataque central a Kivy se encuentra en su Critique of Pure Music, sin duda dejándose llevar por el tema predilecto de los debates anglosajones: la cuestión de si la música puede o no despertar emociones. Sin embargo, como podrá comprobar el lector, la crítica al formalismo de Critique of Pure Music, además de incluir a otros autores, se mantiene en un nivel de abstracción más indeterminado y ambiguo, sin detallar las consecuencias que pueda tener cada postura en problemas concretos. En su Filosofía de la música, por el contrario, Young ofrece críticas muy detalladas sobre muchas preocupaciones musicales del presente, como la idea de genio, la idea de la interpretación históricamente informada, las formas de escucha, la idea de la música como entidad estética o el problema de la ópera, haciéndolo además de un modo directo y polémico, que ayuda enormemente a entender la pertinencia de ciertos interrogantes.
Otra virtud de este libro es su atención a la historia de la música, lo que sitúa esta Filosofía de la música a medio camino entre la filosofía y la musicología, sacando la filosofía del contexto de las discusiones aparentemente escolásticas que, en ocasiones, se perciben como un ejercicio endogámico desconectado de la práctica musical. Este libro es una prueba de la importancia de la filosofía para entender la música, pero también de lo contrario: un conocimiento exhaustivo de la música puede ayudar a deshacer muchos entuertos filosóficos. Esto parece especialmente llamativo en una tradición como la anglosajona, a veces denominada «analítica» por tratar los problemas de modo directo, dando por supuestas distinciones conceptuales como las citadas anteriormente (arte, música, ciencia, literatura, etc.), casi como si las ideas y las cosas no tuvieran su propia historia y se diera por sentado desde el principio que hay una cosa llamada «música», distinguible como un objeto definido entre muchos otros. En este libro, la lógica es más bien «dialéctica» y, aunque las ideas fundamentales no siempre se discuten, al menos hay un atisbo de ello en la reflexión acerca de la idea del genio o sobre lo que pudo ser ese corte en la audición musical, que implica en el fondo un cambio en la propia idea de música e invita a hacernos la pregunta verdaderamente decisiva: ¿acaso sabemos lo que es la música?
Tuve la suerte de presentar este libro, unos meses antes de su publicación, durante varias sesiones en la Universidad Autónoma de Madrid, junto a varios alumnos formados en música y filosofía. Peter Kivy falleció pocos días antes de nuestra última clase, que sirvió como homenaje a su obra. Discutir sobre problemas que se tratan en otros países, en condiciones de igualdad y contemporaneidad, es sin duda un paso importante para cambiar la situación que he descrito al principio en España e Hispanoamérica. Los peligros disciplinares no son óbice para asimilar una u otra tradición, pues existen a uno y otro lado del Canal de la Mancha, más acá o más allá de la frontera entre México y Estados Unidos, se hable inglés o cualquier otra lengua. Lo puramente analítico o lo dialéctico, la reflexión inmediata soportada sobre distinciones escolásticas o el mediatismo infinito del historicismo y la doxografía, constituyen las dos caras de Juno, que son también dos monstruos prestos para engullirnos como Escila y Caribdis. La filosofía de la música hispana debería sortear ambos riesgos asimilando bien ambas tradiciones.
Daniel Martín Sáez es doctor en Filosofía y musicólogo. A finales de 2018 defendió su tesis doctoral, El nacimiento de la ópera y la legitimidad musical de la Edad Moderna, que obtuvo la calificación de Sobresaliente Cum Laude, en la Universidad Autónoma de Madrid, donde ha trabajado como FPI durante cuatro años. Ha sido VSRC en el Departamento de Música de la Universidad de Princeton, donde participó en un seminario sobre el nacimiento de la ópera, y ha realizado otra estancia de investigación en el Departamento de Estudios Humanísticos de la Universidad de Ferrara. También ha sido profesor de «Estética y Pensamiento Musical» en el Doble Grado de Filosofía e Historia y Ciencias de la Música y Tecnología Musical de la Universidad Autónoma de Madrid y de «Ópera e Historia» en el título de Poéticas de la Historia en la Universidad Complutense de Madrid. Dirige Sinfonía Virtual. Revista de Música Clásica y Reflexión Musical desde el año 2006 y pertenece al Consejo de Redacción de La Torre del Virrey. Revista de Estudios Culturales. Es editor traductor e introductor de James O. Young, Filosofía de la Música. Respuestas a Peter Kivy (Calanda, Logroño, 2017), y cotraductor de Eva Brann, La Música de la República. Ensayos sobre las conversaciones de Sócrates y los escritos de Platón (PUV, Valencia, 2015). Ha escrito capítulos de libro, reseñas, críticas discográficas, entrevistas, traducciones y artículos en varias revistas y ha participado en varios congresos internacionales de filosofía, musicología, literatura e historia de la ciencia en España, Portugal, Italia, Brasil y China. También ha recibido una Travel Grant de la Society for Seventeenth-Century Music y ha participado como evaluador en el Programa de Contratos Tomás y Valiente del Madrid Institute for Advanced Studies. Su último artículo, «La leyenda de Farinelli en España: historiografía, mitología y política» (Revista de Musicología, XLI, 1, 2018: 57-97), ha sido nominado al Alfred Einstein Award de la American Musicological Society.