Filosofía, ciencia y locura. Sobre los Seminarios de Zollikon de Martin Heidegger
Ángel Xolocotzi Yáñez
Pocos filósofos han sido interpretados a partir de una frase como lo ha sido Martin Heidegger. Con él se ha dado rienda suelta a la imaginación de tal forma que se han construido teorías y constatado conspiraciones con base en uno o dos renglones leídos expresa o accidentalmente. Evidentemente lo que resuena de inmediato es la relación de Heidegger con el nacionalsocialismo. Sorprende que aquellos que elaboran edificios interpretativos a partir de una expresión plasmada, por ejemplo, en Introducción a la metafísica, se nieguen a leer no solo las 840 páginas del volumen 16 de la Gesamtausgabe que contiene gran parte de los discursos de Heidegger como rector bajo el nacionalsocialismo, sino también las más de 1200 páginas de los tres primeros volúmenes de los “Cuadernos negros” publicados en 2014. Esto les parece una pérdida de tiempo, si Heidegger ya dijo algo tan contundente en un renglón. Sin embargo, esta costumbre tan creativa, y a la vez dogmática, no se presenta solo en la relación entre filosofía y política, sino también en lo que respecta a la ciencia. Si la justificación política de Heidegger se encuentra en un renglón de Introducción a la metafísica, su posición científica parece haber sido plasmada en la lección ¿Qué significa pensar? al señalar que “la ciencia no piensa”.
A lo largo de décadas nos hemos enfrentado a interpretaciones que ubican a Heidegger como un autor hostil para con la ciencia. Sin embargo, la apertura de fuentes y la publicación tanto de la Gesamtausgabe como de la Briefausgabe ha dado sorpresas en torno a estos juicios heredados.
Una de las sorpresas ha sido precisamente la actitud de Heidegger en torno a la ciencia y los científicos. No solo destaca el hecho de que el joven Heidegger haya estudiado dos años en la Facultad de Ciencias Físico-matemáticas, sino que a lo largo de su vida universitaria, y desde el principio documentable en 1919, hay un interés por pensar el sentido de las ciencias y su papel en la universidad. Gran parte de sus reflexiones de la década de los 30 al respecto se muestra ahora en los primeros volúmenes de los “Cuadernos negros”, en donde Heidegger hace una crítica a la idea de ciencia tal como la pensaban los nacionalsocialistas. Sin embargo, esto no es todo. Ya desde lecciones relativamente cercanas a Ser y tiempo, el Filósofo de Messkirch discute temáticas que involucran cuestiones tratadas por diversas ciencias. Ese es el caso de lo desplegado en la lección Conceptos fundamentales de la metafísica mundo-soledad-finitud respecto de la idea del “entorno” tal como lo despliega Jakob von Uexküll. El interés de Heidegger por la ciencia, empero, no se restringe a la lectura y exposición de textos en el aula, sino que por lo menos a partir de 1935 iniciará el diálogo vivo con algunos científicos; lo que se extenderá a lo largo de varias décadas.
El diálogo vivo se lleva a cabo principalmente en dos áreas: la física y la medicina, concretamente la psiquiatría. Respecto del primero hay constancia no solo de aquella mítica reunión del filósofo con Werner Heisenberg, Carl Friedrich von Weizsäcker y otros, en la cabaña de Todtnauberg; sino que en el proyecto de publicación del epistolario completo de Heidegger se contempla un volumen que contendrá el intercambio epistolar entre el filósofo y los físicos. Respecto de lo segundo no solo se publicará también un volumen con cartas de Heidegger a psiquiatras como Medard Boss, Ludwig Binswanger y Victor von Gebsattel, sino que desde hace varias décadas ya contamos con una documentación que confirma la relación entre Heidegger y la psiquiatría.
Se trata de los Seminarios de Zollikon publicados por primera vez en 1987 bajo el cuidado de Medard Boss. Este se convirtió en uno de los grandes amigos de Heidegger al finalizar la Segunda Guerra Mundial y quedar aislado debido a la prohibición docente que se le impuso como castigo por el compromiso adquirido con el nacionalsocialismo. Jean Beaufret y Medard Boss aparecen en la vida de Heidegger precisamente en esos momentos difíciles: el primero en 1946 y el segundo en 1947. Es de sobra conocido el primer gran fruto de la amistad con Beaufret: la carta sobre el humanismo; sin embargo, hasta hace algunos años no había noticias de algún documento que recordara la amistad con Boss. Ese documento es precisamente el libro publicado como Seminarios de Zollikon, el cual integra no solo los protocolos de las sesiones, sino también diálogos y cartas con Boss.
Medard Boss, después de haber leído Ser y tiempo, escribía al autor para clarificar algunas inquietudes en torno a la vivencia del tiempo en los enfermos psíquicos. Heidegger indica, en la respuesta a la primera misiva, que le interesaban mucho los problemas de la psicopatología y de la psicología “en lo que respecta a los principios”.[1] Un año después, en 1948, justificará de modo más concreto la importancia que tiene la psiquiatría para él: “El continuo encuentro del pensamiento filosófico y científico-natural que se da en la psiquiatría me parece particularmente fructífero y estimulante”.[2]
Sin embargo, la documentación accesible muestra más elementos en torno al lugar que ocupa la psiquiatría en la vida de Heidegger. Su interés no solo yace, como indica la cita anterior, en el punto de encuentro entre filosofía y ciencia; sino que se mueve en un terreno que Heidegger conocía muy bien a partir de su propia experiencia filosófica. Las constantes crisis y el gran colapso al final de la guerra expresan no solo los vendavales que lo acechaban, sino que muestran su experiencia en el pensar, como confesaba ya en 1922 a su alumno Karl Löwith: “No sostendré ninguna lección en invierno […] Necesito un respiro antes del siguiente arranque, ante el cual tengo algo de miedo, pues a veces me asalta como una especie de locura. Con Jaspers tuve una conversación al respecto: “que uno no sabe lo que uno propiamente hace” – lo propiamente es lo otro – lo que por así decir le habla a uno por la cabeza desde atrás”.[3]
Ahora sabemos que se trata de los arrebatos de Eros, los cuales intervinieron a lo largo de la ingente obra heideggeriana. Quizá por ello su acercamiento a psiquiatras como Jaspers, Binswanger y finalmente Boss dé muestras de un intento de explicación de sus propias experiencias pensantes. Los Seminarios de Zollikon serían así el último gran intento de Heidegger, de 1959 a 1970, por ahondar en estos fenómenos tan caros a él.
[1] M. Heidegger, Seminarios de Zollikon, A. Xolocotzi (trad.), Barcelona/México: Herder, 2013, p. 345.
[2] M. Heidegger, ob. cit., p. 347.
[3] A. Xolocotzi, Una crónica de Ser y tiempo de Martin Heidegger, México: Ítaca-BUAP, 2011, p. 80.
Ángel Xolocotzi Yáñez
Doctor en filosofía por la Albert-Ludwigs-Universität de Friburgo, Alemania. Actualmente es profesor de tiempo completo de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (México), en donde funge también como Coordinador de la Maestría en Filosofía, del Cuerpo Académico “Fenomenología, hermenéutica y ontología” y Director de la revista Graffylia. Ha sido becario del KAAD, DAAD, Humboldt-Stiftung (Alemania), O’Gorman Grant (Columbia University) y del Programa de estancia de doctores y tecnólogos (Universidad Complutense de Madrid–Grupo Santander). Forma parte del Sistema Nacional de Investigadores de México (nivel II) y participa en múltiples Comités Científicos. Tiene en su haber más de cien conferencias y ponencias, tres traducciones de Heidegger así como once libros coordinados y otros nueve de su autoría. Entre los más recientes se encuentran Los demonios de Heidegger. Eros y manía en el maestro de la Selva Negra (Madrid: Trotta, 2012), Heidegger y el nacionalsocialismo. Una crónica (Madrid: Plaza y Valdés, 2013), Heidegger. Del sentido a la historia (en coautoría, Madrid: Plaza y Valdés, 2014).